Nuestra labor
Las primeras jornadas para la limpieza y apertura de canales se llevaron a cabo a finales de 2017, poco después del sismo del 19 de septiembre. En una segunda etapa, durante el primer semestre de 2018, organizamos un segundo ciclo de tequios, en los que asumimos el reto de rehabilitar una chinampa de manera colectiva. La tercera etapa tuvo como objetivo combinar el trabajo en la chinampa colectiva con la limpieza de canales, para beneficio de toda la zona de San Gregorio Atlapulco.
Si bien muchos de los problemas ambientales y socioculturales de la zona son anteriores al sismo —producto de la expansión de la mancha urbana de la Ciudad de México, la extracción desmedida de agua, la pérdida de biodiversidad, la contaminación, la vulnerabilidad ante los mercados neoliberales y la fragmentación social— estos se agudizaron a raíz de este acontecimiento.
Sumado a la desecación de los ríos subterráneos, las chinampas sufrieron hundimientos, los canales se bloquearon con derrumbes y el nivel del agua bajó dramáticamente a causa de las grietas en el suelo. En los meses posteriores al sismo, el mal manejo de los escombros en la capital, en particular el tiraje de cascajo clandestino, derivó en otra catástrofe ecológica que afectó la recarga pluvial y a los terrenos productivos de zonas ejidales. Al no tener acceso a la tierra, las familias no tienen la posibilidad de sembrar alimentos.
La destrucción ecológica de la zona es sólo una parte del impacto del sismo sobre la vida cotidiana de los habitantes de San Gregorio y, más allá, de toda la Ciudad de México. Cientos de familias enfrentan todavía problemas económicos y de convivencia ligados con la pérdida de sus hogares. Por otra parte, la historia lacustre y cultural del territorio cae cada vez más en el olvido o se utiliza únicamente con fines turísticos y comerciales.
Trabajando constantemente con pobladores oriundos de la zona y foráneos, fortalecemos nuestros lazos cooperativos. Por ello, creemos que estamos construyendo solidaridad basada en la interdependencia y la reciprocidad, para trascender la emergencia.
La palabra “chinampa” proviene del náhuatl chināmitl, que significa “tejido de ramas”. Las primeras tribus en establecerse en la Ciudad de México compostaron las capas de vegetación en la orilla de los lagos, colocándolas en las partes bajas de las orillas, amarradas unas con otras para formar un cerco entrelazado, parecido a una trenza. Para que no se deshicieran, las primeras chinampas eran sembradas con huejotes, una especie de sauce que resiste ser sembrado en agua. Al crecer, las raíces de estos árboles forman una red que da soporte a la orilla de la chinampa. Gracias a este proceso, que tardó cientos de años, en la época de mayor esplendor de la chinampería existían aproximadamente 12,000 hectáreas de chinampa en funcionamiento, siendo la zona de mayor productividad en Mesoamérica y conformando la base de la fuerza del imperio azteca —que producía suficiente alimento para sostener a su población— antes del declive de esta técnica.
El sistema chinampero está conformado de cerro (la sierra Chichinautzin), las chinampas (el área de canales), y el ejido (el de San Gregorio). El agua de las chinampas originalmente se filtraba de los cerros y del ejido, pero a medida que se fue urbanizando el cerro —que tiene una tierra muy arenosa y barrancas— ya no llega tanta agua. Todo el sistema de navegación estaba conectado, y ahora por falta de agua, o por urbanización o por abandono —parte del plan del abandono del campo mexicano— se desconectó. Sus arterias están cortadas. Ahora tiene que recibir agua de una planta que viene de Tláhuac. Es agua de mala calidad.
Pero aún en la actualidad, la chinampa es una fuente de regalos para la Ciudad de México: las condiciones de humedad relativa en esta zona impiden que la urbe se sobrecaliente o que se creen islas de calor, y es un refugio para 170 especies de aves nativas y migrantes. La zona es catalogada como Patrimonio Mundial de la Humanidad de la UNESCO por su agricultura tradicional y sitio Ramsar no. 1363 para protección de humedales. Pese a ello, la riqueza cultural y biológica se deteriora cada año. En el imaginario colectivo, el chinampero ha perdido su estatus social, contribuyendo a agudizar la vulnerabilidad de la zona.
“Reconstruir en la chinampa es reconstruir una forma de habitar, no es nada más poner cemento o una varilla, sino ampliar y radicalizar una forma de habitar”.
Germinadores de semillas
Donde revolotea el agua
Chile, o “necio” o terco
Del náhuatl chināmitl: tejido de ramas
El Huejote o Ahuejote (Salix bonplandiana) es una especie de árbol oriundo del centro-sur de México y Guatemala, que soporta grandes cantidades de humedad sin consumirla, además de que es muy delgado, por lo que brinda soporte a las chinampas y funge como rompeviento sin quitar demasiada luz a los cultivos.
La forma de cultivo chinampera tradicional cumple con muchos principios de la permacultura; la tierra de germinación proviene del fondo de los canales en lo que ellos mismos llaman una “composta natural”, en la cual no se utilizan agrotóxicos ni se forza el crecimiento de los vegetales.
Xochimilco y su zona chinampera ha sido declarado Patrimonio Intangible de la Humanidad por la UNESCO, siendo la única zona lacustre-chinampera que perdura siglos después de la conquista de México y la subsecuente desecación del sistema de lagos por los conquistadores.
El sistema lacustre Ejidos de Xochimilco y San Gregorio Atlapulco fue establecido como sitio Ramsar en 2004, señalando la importancia de proteger su biodiversidad acuática y terrestre del crecimiento urbano de la Ciudad de México, así como de la contaminación, sedimentación, salinización y afectación por especies invasoras. La designación del sistema como sitio Ramsar también hace énfasis en que el sitio es hogar del ajolote (ambystoma mexicanum) y muchas otras especies endémicas, incluyendo árboles, flores, hierbas, reptiles, anfibios y aves.
“Desde los 4 o 5 años ya venía aquí a trabajar con mi padre, aunque en aquel tiempo más que trabajar, para mí era jugar con las hortalizas. Era como estar trabajando y jugando. Más adelante, la cuestión lúdica adquirió valor porque lo que parecía un juego formó parte de una cultura nativa de la región de San Gregorio”.
“Para nosotros hubo un antes y un después del sismo. A partir de ese momento las organizaciones y voluntarios nos apoyaron y siguen apoyando en la siembra, al barbecho, a la recuperación, al zanjeo de caminos en donde no quedaba agua. Seguimos trabajando con ellos, hombro con hombro”.
Actualmente, la siembra y cosecha que realizamos no tiene fines de lucro sino de autoconsumo. Acordamos que las personas que participan en los tequios pueden cosechar tanto como quieran, bajo el único compromiso de comerlo o compartirlo, no dejar que se desperdicie. Así se pueden llevar una "canasta básica" de verduras a su casa. En varias ocasiones también hemos realizado ejercicios cooperativos en los que nos organizamos para comprar verduras directamente a otros productores de la zona. Esto está relacionado con las motivaciones iniciales que nos trajeron a San Gregorio desde 2015 y en 2017, antes del sismo. En aquellos meses nuestra práctica colectiva estaba orientada a generar circuitos de economías solidarias que beneficiaran tanto a productores como a comensales.
"La cooperativa La Casa de la Chinampa surgió con la idea de rescatar las tradiciones de nuestros abuelos para asegurar el relevo generacional de la chinampa ante el desconocimiento de los niños y jóvenes. Así, la cooperativa tiene por objetivo difundir nuestros saberes ancestrales, bajo el entendido de que nadie puede querer, cuidar y defender algo que no conoce.
Somos cuatro mujeres y seis hombres ubicados en distintos parajes en San Gregorio. Algunos nos conocemos desde la infancia y hemos crecido como vecinos, formando lazos afectivos y de apoyo mutuo. Si alguno de nosotros no tiene producción, otro la facilita.
Cuando nos propusimos vender los productos que cultivamos, nos enfrentamos al problema que las verduras no figuran en la dieta de la mayoría las personas. Para hacer frente a esto, nos dedicamos a hacer una labor de convencimiento de los beneficios de las verduras, comenzando por los niños a través del programa «La chinampa va a tu escuela». Por otro lado, enseñamos a los niños algunas ecotecnias; por ejemplo, a reutilizar PET para hacer una maceta y sembrar cilantro, perejil o lechuga. Para la comercialización de nuestras verduras, buscamos alternativas como la venta a condominios, a grupos cercanos al productor y al consumidor final."
(David Jiménez, originario de San Gregorio e integrante de la Cooperativa)
“Cuando navegamos por las zonas chinamperas y pensamos en las innumerables generaciones que las construyeron, sentimos un gran respeto por el territorio. No nos resignamos a ser la última generación en ver y disfrutar de su riqueza agroecológica, comunitaria y cultural”.