Somos una organización con más de 20 años de trabajo. La esencia de nuestra labor es sumarnos a los retos y sueños de organizaciones y comunidades que trabajan por mejorar su bienestar y calidad de vida. Nuestra contribución al desarrollo comunitario es mediante iniciativas que generen cambios fundamentales y perdurables, partiendo de la visión comunitaria y del fortalecimiento de los agentes de cambio locales.
Lo que nosotros hacemos, en resumen, es generar puentes. Como fundación comunitaria nuestro papel es conectar. Conectamos actores, voluntades, esfuerzos y los encaminamos hacia las necesidades que hemos identificado y que pueden tener impacto en el mediano y largo plazo. La fundación nace a partir de la suma de voluntades individuales y colectivas encaminadas al desarrollo.
Nosotros tenemos un rol dentro del ámbito de las organizaciones conocido como “de primer piso” y “de segundo piso”. Las organizaciones de primer piso son las que operan directamente en las comunidades, como por ejemplo, con nuestro programa de becas para jóvenes de bachillerato que operamos nosotros. Y la función de segundo piso es cuando la organización gestiona recursos para que otros se encarguen del trabajo operativo en el campo mientras damos seguimiento, acompañamiento y fortalecimiento. Ambos roles los tenemos nosotros.
Si bien como fundación se había respondido a otras emergencias en el pasado (inundaciones, deslaves y desastres ocasionados por lluvias o huracanes), la realidad a la que nos enfrentamos en septiembre del 2017 marcó un parteaguas en la operación. Por un lado, estuvo la magnitud de los daños, inmediatos y posteriores; por el otro, porque reafirmamos que nuestra labor está en impulsar el desarrollo desde la base al fortalecer grupos y organizaciones. Estos grupos han sido los actores que respondieron organizándose con el sector privado, la sociedad civil y el sector público.
Es ese esfuerzo reflejado en propuestas y acciones lo que nos motiva como fundación comunitaria a continuar con lo que hacemos mejor: acompañar, fortalecer y vincular con nuevos actores en el efecto inmediato pero también con visión a largo plazo que genere una verdadera resiliencia comunitaria.
(Jonathan Velasco, Coordinador de Programas y Fondos en la Fundación Comunitaria Oaxaca)
Como a todos, el sismo nos tomó por sorpresa. La sede de nuestras oficinas está en Oaxaca de Juárez, es decir, en la capital, y las afectaciones ahí no fueron tan severas como en el Istmo.
Inmediatamente después comenzamos a recibir muchísima información sobre lo que estaba sucediendo y cómo podíamos ayudar; otras organizaciones fuera del estado nos preguntaban cómo podían sumarse, entonces la primer pregunta que nos surgió fue “¿creamos un centro de acopio?” y la respuesta fue “no”, porque en ese momento en el equipo éramos sólo siete personas y no nos daba la capacidad operativa para gestionarlo; sin embargo, dijimos “hagamos lo que sabemos hacer”: ser puentes, vincular y comunicar. Así fue que nos pusimos en contacto con organizaciones que estaban en el Istmo y creamos una alianza con una comunicación más firme principalmente con el Centro de Derechos Humanos del Tepeyac, la Unión de Comunidades Indígenas de la región del Istmo y el Foro Ecológico Juchiteco. Mediante esas tres organizaciones muchos de los recursos que nos llegaban los canalizábamos hacia ellas para que los distribuyeran.
Otra de las organizaciones que nos ayudó bastante fue la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, en la región del Istmo. Ellos apoyaron en la vinculación con las comunidades, y cabe mencionar que una de las que tuvo una participación destacada fue San José El Paraíso. Ellos mandaron mucha gente a armar despensas con los víveres que llegaban, no sólo para su propia comunidad sino para otras que lo necesitaran. Por eso su participación fue muy activa.
Meses después, en enero, cuando ya no se estaba enviando tanta ayuda en especie a la región del Istmo, llegó el momento de pensar qué paso seguía para continuar con el apoyo, ahí fue que decidimos enfocarnos en algo mucho más integral como la construcción de viviendas. En San José pudimos hacer una prueba piloto debido a que ya habíamos tenido un buen acercamiento con ellos y generamos una primer propuesta. Sabíamos que no éramos expertos en el tema de la construcción y reconstrucción ni en arquitectura o ingeniería, y por eso supimos que ese trabajo lo teníamos que hacer en conjunto con otras organizaciones.
Fue muy evidente que las afectaciones del sismo no se enfocaban únicamente a la parte de las viviendas, sino que ya había una condición de vulnerabilidad bastante fuerte en las comunidades y que el sismo las acentuó o visibilizó. Vulnerabilidades como pobreza extrema, carencia de servicios y condiciones bajas de educación.
Cuando nosotros planeamos el proyecto de reconstrucción fue siempre pensando en que fuera acorde al mismo entorno comunitario, que incluyera los materiales de la región, que fuera bio-climático (ni muy caluroso ni muy frío) y acondicionado a cada familia, por eso ninguna vivienda es igual a otra, pues tienen algunas variantes de acuerdo a las necesidades.
Esto corresponde a una primer etapa. La segunda etapa tiene que ver con la resiliencia y la prevención de futuros riesgos y desastres. Aquí mezclamos la parte más artística, por ejemplo con la creación de murales que reflejan el origen de la comunidad, porque nos interesa mucho rescatar la memoria histórica de lo que es San José El Paraíso. También durante este periodo sucedió un incendio forestal muy cerca que los dejó sin luz y sin agua como una semana y cuando fuimos a hablar con las autoridades para saber si habían tenido alguna capacitación en este tipo de desastres nos dijeron que no, que nadie había ido a decirles cómo actuar ante estas situaciones. Ahí nos dimos cuenta de que no sólo los sismos son una amenaza sino que existen más riesgos porque nadie está capacitado para saber cómo reaccionar, ni siquiera las autoridades. Por eso nos interesa mucho acercar herramientas para tener al menos conocimientos básicos sobre qué hacer ante los peligros.
"Y una tercera etapa tiene que ver con el fortalecimiento de la economía comunitaria por medio del fortalecimiento de los grupos de trabajo que ya existen o que pudieran existir, y en esta ocasión no sólo en San José sino también a nivel regional."
(Jonathan Velasco, Coordinador de Programas y Fondos, Fundación Comunitaria Oaxaca)
"La incorporación de Otilia a la fundación fue muy importante y fue lo que generó un cambio en nuestra relación con la comunidad. Ella tiene mucha experiencia en trabajo directo con ellos y eso nos ayudó a tener una cercanía mucho más profunda, además de dar certezas. El hecho de que Otilia tenga la cara de la fundación, le ha hecho repensar a la comunidad el papel de las mujeres porque su presencia desafortunadamente siempre ha sido relegada, entonces fue una manera de provocación positiva mostrarles que ella tiene toda la autoridad para la toma de decisiones. De este modo hemos hecho mucho hincapié en que las iniciativas no tienen que ser siempre planteadas por hombres, que las mujeres también pueden presentar sus iniciativas, e invitamos a que se acerquen a Otilia y a que platiquen con ella. Eso genera confianza. Ahora queremos trabajar con los niños y jóvenes en los talleres de arte y también a hacer cápsulas radiofónicas para comenzar a cambiar más percepciones."