"Cuando se habla de estos días, aún se siente la tristeza, llega en el fondo del corazón. A los tres días vino el señor gobernador, pero no escuchaba, él solo caminaba. El gobierno no miró a todas las personas que lo necesitábamos. Solamente dieron apoyo a familias cuyas casas habían sufrido daños totales o a familias cuya preferencia política era afín al partido político que gobernaba."
El Grupo Comunitario Tepecoculco surge del trabajo comunitario. El padre Apolinar solicitó ayuda para las comunidades damnificadas que atendía y estableció una alianza con el Tecnológico Universitario del Valle de Chalco y el COPEVI. Durante la búsqueda de recursos económicos se obtuvo un donativo para la construcción de una Casa Escuela cuyo objetivo fuera enseñar técnicas de reconstrucción. A partir de aquí se creó un Consejo de Barrios conformado por mujeres encargadas de dirigir las faenas comunitarias.
El COPEVI, el Tecnológico Universitario del Valle de Chalco y el Consejo de Barrios realizaron 24 visitas de diagnóstico a las personas con participación destacada en las faenas comunitarias de la Casa Escuela y cuya vivienda tuviera daños por el sismo. Una vez seleccionadas las familias se realizaron 12 diagnósticos técnico-constructivos a cada una y la elaboración de diseño participativo para obtener el anteproyecto con recomendaciones para una vivienda digna, fortalecida y bien cimentada.
El proceso comenzó con un taller de autodiagnóstico comunitario que se fue nutriendo con diversas reuniones organizativas en las que se revisaba cada caso. También se impartieron temas como autodiagnóstico comunitario, educación en el conflicto, participación comunitaria y sentido de cooperación. El propósito fue facilitar la integración y el manejo positivo de los conflictos.
Con estas reuniones y a través de las faenas comunitarias realizadas los jueves en la Casa Escuela, se consolidó un grupo involucrado en la cotización de materiales y en la organización no sólo para las faenas sino también para brindar apoyo mutuo. En estas reuniones se expresaban necesidades y se manifestaban inquietudes para ser un grupo más unido.
Un logro inesperado fue la participación femenina en las faenas comunitarias. Las mujeres destacaron por su esfuerzo, ánimo y creatividad para implementar maneras de cargar objetos pesados. Josefina es una de las mujeres que el grupo admira por su habilidad para realizar tareas en la obra: ella asume que ha trabajado como chalana con su esposo, que es maestro albañil, y esa experiencia le ayuda. Las mujeres son entusiastas y se enorgullecen de realizar labores arduas que por lo general son asignadas a los hombres.
"Como parte de las tareas del grupo, se conformó un Consejo de Barrios integrado por mujeres. El consejo realizó un censo en la comunidad para identificar las casas que habían sufrido daño parcial o total, así como las familias que habían recibido algún tipo de apoyo y aquellas que habían quedado excluidas. Hoy, este grupo de mujeres dirige y organiza las faenas comunitarias, así como la gestión de recursos para apoyar el proceso de reconstrucción."
Soñamos con terminar la obra de la Casa Escuela para mostrarle a quienes dijeron que solo aplanamos calles o que nuestro trabajo no sirve que es posible trabajar en conjunto para el bien de la comunidad. En el futuro, soñamos en convertir la Casa Escuela en un comedor comunitario para las familias que no tienen qué comer y para los ancianos que quieren un taquito. Soñamos con una guardería para mamás solteras, para tener quien cuide a nuestros hijos cuando salimos a trabajar. Queremos que el conocimiento generado en la Casa Escuela sirva para ayudar a otras personas que lo necesiten, porque el conocimiento debe ponerse en práctica, no guardarse.