La tierra nos da de comer, nos da alimentos y nos da el cobijo de la vivienda. Es un organismo vivo que siente y se mueve como cualquiera de nosotros. La tierra respira, sufre, se engarrota con las compactaciones que provocan herbicidas y pesticidas. La tierra suda, llora, se mueve. Es un ser vivo.
Lo que hoy vemos en Hueyapan, y en toda la región, se formó hace 30,000 años con la última gran erupción del Popocatépetl. Lo que existía antes desapareció pero surgieron los bosques, manantiales y barrancas en las que vivimos.
El sismo arrasó con todo, además de viviendas se llevó procesos sociales y productivos. Como Centro de Encuentros y Diálogos nos sumamos a atender la emergencia. El primer paso fue encontrarnos, saber dónde y cómo estaban todos. En el segundo comprendimos la magnitud del desastre. Junto a la Red Tierra Madre (encabezada por mujeres) hicimos un levantamiento de información de la comunidad de Hueyapan.
A medida que pasaban los días, comenzó la demanda de láminas y polines para levantar paredes y techos de las viviendas afectadas. Hacía frío y la gente necesitaba protegerse. Nos preguntamos si realmente había que invertir recursos en un techo temporal que las familias pudieran aprovechar, pero el problema era mucho más profundo y requería una respuesta a largo plazo. Así fue como iniciamos el proyecto de fortalecimiento del tejido social y reconstrucción de vivienda sustentable en la comunidad de Hueyapan, Morelos.
Recibimos voluntarios de empresas privadas, universidades y escuelas pero comprendimos que si no capacitábamos a una cuadrilla local, ese trabajo-aprendizaje sería transitorio y no garantizaría las condiciones de sismo-resistencia requeridas para disminuir riesgos. Por eso, desde el Centro Comunitario de Agroecología y Bioconstrucción y el Centro de Encuentros y Diálogos capacitamos a jóvenes en técnicas de adobe, bajareque, paja y arcilla encofrada, tierra apilada compactada y superadobe. Después de la capacitación, las cuadrillas de albañiles realizaron los trabajos de reconstrucción junto a las familias afectadas. La construcción de un módulo-escuela por cada técnica aprendida permitió crear un modelo de replicabilidad. Además, en la Escuela se realizó la producción de insumos sustentables que se ocuparían en la reconstrucción (adobes, paneles de bajareque, etcétera).
La asociación trabaja principalmente con mujeres desde hace diez años. Desarrollamos un proyecto de producción de alimentos orgánicos libres de pesticidas y una cooperativa de ahorro y crédito con el dinero de las propias mujeres del grupo.
Ha sido una gran experiencia de participación, de autogobierno y de toma de decisiones en grupo. Partimos de las formas tradicionales de organización comunitaria de la región, donde los cargos son una responsabilidad que la comunidad encomienda por el bien común (siendo obligatorios y sin remuneración) y se incorporan otros elementos que puedan ser útiles para el proceso.
Las familias fueron tomando conciencia de la importancia de tomar decisiones sobre su vivienda. No solo se trataba de aceptar lo que los programas gubernamentales de reconstrucción ofrecían, sino de que como ciudadanos pudieran decidir dónde querían vivir y cómo querían construir.
"En las últimas semanas hemos sido testigos de procesos de autogobierno comunitario y de una asamblea que tiene un peso muy fuerte en la comunidad. Podríamos pensar que hay una autoridad al frente con todos los conocimientos y toda la investidura para tomar decisiones por la gente y para la gente, pero no es así en Hueyapan. Ahí hay una asamblea que una vez instalada, habla y participa y está por encima de cualquier autoridad. En la medida en que el poder no se concentra en una sola persona y se distribuye, entonces habrá equilibrio tanto en el poder como en el desarrollo y la conservación de los recursos del bien común”.
“Somos articuladores de procesos, tenemos elementos pedagógicos que aprendimos en la universidad y en procesos de educación popular, pero en el contacto con las comunidades adquieres e incorporas la dimensión espiritual como elemento pedagógico. Estos son los elementos que forman una mística, una ética que le dan sentido de pertenencia a las actividades que realizamos”.
Las mujeres son las beneficiarias más vulnerables y quienes participan de manera más activa: mujeres con alguna discapacidad, en condiciones de pobreza, al frente de sus hijos. Las participantes tienen una fuerte voluntad de contar con una vivienda, de tener un espacio vital, de construirlo, de participar y de capacitarse.
Hay historias emblemáticas. Yolanda estuvo ocho años en la cárcel y su regreso a la comunidad no fue fácil, era señalada. Después del sismo, participó en las capacitaciones de bioconstrucción y hoy tiene una casa de adobe, además de que el proceso de reconstrucción se convirtió en una fuente de trabajo. Yolanda ha logrado construir un lugar en la comunidad.
Y así como Yolanda, otras mujeres se han incorporado a trabajos tradicionalmente realizados por hombres. A la cuadrilla de albañiles le cuesta trabajo involucrarlas y reconocer sus aportes. Sin embargo, las mujeres realizan ciertas tareas con mayor destreza y han desarrollado habilidades para cuidar detalles estéticos y funcionales de las viviendas. Las mujeres saben dónde poner la mesa, las sillas, la cama; son las diseñadoras del espacio, de ahí la importancia de su participación tanto en el diseño como en el proceso constructivo y de acabados finales.
- Carmen Bahena
Autoestima al contar con un espacio propio de vivienda
El terremoto dejo visibles realidades como el hacinamiento de las viviendas, en donde en una vivienda han habitado hasta tres o cuatro familias generacionales. Es el caso de varias familias jóvenes beneficiarias del proyecto, que no cuentan con un espacio propio para vivir, y el proyecto les ha abierto la posibilidad de empezar a contar y a proyectar el sueño de su vivienda propia. También se han generado decisiones al interior de las familias para otorgar a los hijos o hijas un pedazo de terreno ya propio para el establecimiento de su vivienda.
Módulo-escuela de cada técnica, para su replicabilidad (adobe, bajareque, tierra apilada compactada)
En el inicio del proyecto construimos tres módulos-escuela con cada una de las técnicas propuestas para implementar soluciones de mejoramiento de vivienda. Estos módulos se construyeron con recursos materiales de nuestra organización y en el espacio de la escuela de agroecología. Trabajamos en la construcción de un muro de tierra apilada compactada que forma parte del complejo que serán los talleres de artes y oficios. La construcción de este muro permitió (previo al proceso de las acciones de reconstrucción) aprender la técnica de principio a fin, desde las necesidades de cimentación hasta el muro de carga. Trabajamos también en una pequeña cocina abierta con la técnica de bajareque y paja-arcilla encofrada, en la cual los participantes aprendieron de principio a fin, aunque posteriormente se profundizó más. El tercer módulo fue el de adobe en una bodega del espacio comunitario, en el que los participantes conocieron los aspectos fundamentales de una construcción de adobe, desde la mezcla de materiales y el secado, hasta la cimentación, el ancho del muro, la altura y la colocación cuatrapeada de los adobes. También teníamos una vivienda casi terminada que nos ayudó en el proceso de capacitación.
Escuela práctica de bioconstrucción y un módulo escuela para su replicabilidad (adobe, bajareque, tierra apilada compactada)
En la escuela de bioconstrucción nos propusimos crear un módulo-escuela para cada una de las tres técnicas. Logramos un módulo de bajareque, otro de adobe y uno más de tierra apilada compactada. En el proceso participaron 5 personas de forma permanente y 3 con participaciones diferenciadas. Nos habíamos propuesto una meta de 10 personas y logramos 8.
Aumento de capacidades y habilidades en construcción con tierra
Las personas participantes tienen ahora una visión de integralidad de la tierra como recurso para la construcción, y reconocen la versatilidad de la tierra así como los métodos para mejorarla y verla como un recurso valioso para garantizar un espacio de vivienda digna.
Empoderamiento de mujeres constructoras
En el proyecto han participado mujeres que han destacado por sus capacidades para la elaboración de adobes, de preparación de mezclas y por sus habilidades para el revoque y acabados finos en la reconstrucción. Ellas mismas se reconocen capaces de realizar este tipo de trabajos que tradicionalmente han correspondido a los hombres. El resto de las mujeres de la comunidad, así como hombres integrantes de la cuadrilla, les reconocen su buen trabajo. Este empoderamiento ha permitido que dos de ellas sean parte de la cuadrilla de trabajadores y que reciban un salario, además de tener la posibilidad de que las contraten en otros proyectos vecinos para hacer trabajos de revoque de tierra.
"Eliseo Castellanos, el Cheo (maestro adobero de Hueyapan), es heredero del conocimiento de cuatro generaciones y un gran conocedor de la tierra. Él sabe decir “esta tierra está meca, esta tierra está negra, esta tierra está amarilla, esta sirve y esta no”.
Fitoestimulante. Contiene ácidos que intervienen en la producción de encimas. Es importante para el desarrollo de las plantas.
Posee gran cantidad de sílice, un mineral primario que forma vida.
Rico en potasio. Interviene en 60 procesos encimáticos que favorecen el crecimiento de plantas y seres humanos.
Plaguicida natural que protege los cultivos sin matar a los insectos.
“¿Por qué estamos haciendo este trabajo? Por dinero no lo estamos haciendo, no acumulamos fortuna por el trabajo comunitario. De pronto nos definimos como animadores de procesos sociales comunitarios. Hay una misión, un eslabón que nos toca amarrar en los procesos que pueden generar desarrollo para la comunidad. En el fondo es eso, una razón de vida, un proyecto de vida en el que te involucras más allá de tus aspiraciones individuales; es un proyecto de comunidad, de nación, de país”.