En Xochimilco, Ciudad de México, se encuentra el pueblo de San Gregorio Atlapulco, uno de los más afectados por los sismos de la ciudad. A pesar de haber acudido al llamado de ayuda en diversas zonas perjudicadas, fue en San Gregorio donde encontramos el lugar indicado para ayudar, tanto por ser originarios de la región, como por la magnitud de las afectaciones. Es aquí cuando, con el invaluable apoyo de familiares, amigos y miembros de la comunidad, comenzamos una serie de actividades que dieron respuesta inmediata a la crisis existente.
Es así que creamos el Campamento Ciudadano No. 1, a través del cual participamos activamente en las labores de búsqueda, rescate y ayuda humanitaria. Ya superada la etapa más crítica, establecimos la Brigada de Táctica y Logística del Campamento Ciudadano No. 1 en la zona de desastre en San Gregorio Atlapulco. Con ella continuamos labores instalando centros de acopio. Con el tiempo nos fuimos dando cuenta de que el apoyo a una comunidad siniestrada no termina después de una semana ni de un mes, por eso nos quedamos de manera permanente e ininterrumpida, cada vez más organizados y con mayor planeación para impulsar iniciativas enfocadas en una reconstrucción integral de esta y otras zonas afectadas. Así nace la Fundación Faena por Destajo, A.C.
Nuestros proyectos buscan la reactivación económica, la integración social, la preservación ambiental y, por supuesto, la reconstrucción arquitectónica sostenible a través de iniciativas como Reconstruir Pensando, Resanar Participando. Estas consistieron principalmente en promover proyectos de arquitectura participativa mediante la planeación de una casa de modelo sustentable, con una estructura ligera que se adapte al entorno y que cualquiera pueda construir, así como en incrementar la participación comunitaria entre vecinos a través de reuniones y talleres.
La reconstrucción más importante —que lleva más tiempo y más esfuerzo que edificar una casa— es la reconstrucción del tejido social, y eso requiere de estrategias, no se trata únicamente de ver cuántos bordados se hicieron, qué nueva técnica de bioconstrucción aprendieron o cuántas casas se construyeron. Lo importante es la comunidad y el espacio social que se genera, así como el intercambio de afectos que se da al compartir el material, al organizarse para cumplir las tareas, al celebrar un cumpleaños o al exponer los resultados ante el resto de la comunidad. En ese intercambio comienza a tejerse otro horizonte. Vecinas que no se hablaban, ya se hablan; familias que no se conocían, ahora son amigas. Los espacios de encuentro generan otro tipo de proyectos como la resistencia política ciudadana ante las injusticias de la reconstrucción o los temas de seguridad.
Después del 19 de septiembre llegamos como grupo a La Conchita a repartir donativos. En ese proceso hicimos un censo como diagnóstico participativo, en el que conocimos a las diferentes familias y a los distintos estratos sociales que conviven dentro de una nueva dinámica social: los damnificados, donde hay gente de clase media, alta o de extrema pobreza por igual.
En ese diagnóstico participativo establecimos indicadores que nos permitieran saber a quién y cómo apoyar. Iniciamos con 300 familias. A partir de los indicadores y criterios que definimos fuimos reduciendo esa población a un grupo de diez beneficiarios y así llegamos con Maricarmen. Ella vive en los límites del pueblo, en la última casa, un lugar alejado donde sabemos que no va a llegar el apoyo debido a las dificultades para acceder a esa zona. Por eso la escogimos. Hoy Maricarmen es parte activa de los programas de la Fundación Faena, del taller de bordado y beneficiaria del taller de bioconstrucción en el que vecinos y voluntarios construimos su casa.
Las mujeres son las más involucradas en la reconstrucción, por eso comenzamos preguntándoles qué necesitaban. Ellas respondieron “sabemos tejer, sabemos bordar, pero no tenemos hilos ni bastidores ¿los pueden conseguir?”. Así inició el taller de bordado. Primero fueron cinco señoras, después diez y luego 30, hasta que el espacio quedó chico. Entonces las vecinas prestaron las casas que no se habían derrumbado y de esta forma se fue estructurando el proyecto: se generó una economía cooperativa a partir del trabajo comunitario basado en la tradición del bordado, un conocimiento propio de la zona.
¿Para qué bordar? ¿Por qué asistir al taller si ya saben bordar? Porque al final del día las mujeres que participan saben que hay un espacio para discutir los problemas de la comunidad.
En el mundo chinampero hay mujeres con más de 40 años de experiencia trabajando la tierra de una forma distinta a la práctica de los hombres: el modo en que organizan sus parcelas, cómo trabajan la tierra, qué siembran y cómo escogen la producción es diferente. Las mujeres tienen otra relación —más directa, más espiritual— con la tierra, la cosecha y la lluvia. Incluso la forma de ordenar el trabajo comunitario con trabajadores o ayudantes es distinta porque suele ser una relación menos patronal.
Del náhuatl apantli, “acequia”; formado a partir de atl, “agua”, y pantli, “línea” o “hilera”. Es una hilera de agua o pequeño canal que divide las chinampas (véase “chinampa”) y que permite una fuente cercana y constante de riego a las mismas.
Unidad de trabajo en que se organizan los voluntarios o becarios de cada una de las acciones o programas a desarrollar.
Comunidad de vecinos damnificados que se reunieron constantemente bajo una lona, techo o terreno para afrontar los procesos de reconstrucción tras el sismo del 19 de septiembre de 2017. Fundación Faena apoyó a los Campamentos Ciudadanos 1, 2 y 5 de la zona de desastre de San Gregorio Atlapulco de forma directa, e indirectamente a todos y cada uno de los campamentos de San Gregorio, San Luis y Santa Cruz.
Tipo de embarcación pequeña que se utiliza para navegar en aguas dulces, la cual es propulsada a remo.
Pequeños cubos de tierra donde germinan las semillas para la siembra de hortalizas y plantas en la chinampa; se forman artesanalmente con lodo recolectado del fondo de los canales.
Sitio pantanoso o que está cubierto de cieno.
Lodo de consistencia blanda que se puede encontrar en el lecho de lagunas y ríos o en lugares con gran nivel de humedad.
Es un cerro y un lugar arqueológico ubicado en el Barrio Cuahilama en la alcaldía Xochimilco. En otros tiempos fue un centro ceremonial. En él se encuentran imágenes prehispánicas grabadas en rocas basálticas.
Trabajo que se ha acordado o planificado de antemano, remunerado hasta ser completado y no según el tiempo trabajado para lograrlo (por jornal o salario). Trabajo o labor que alguien acomete por cuenta o iniciativa propia.
Tipo de propiedad en la legislación mexicana asociada principalmente a la reforma agraria revolucionaria que instauró y proyectó la ley agraria de 1915 como un terreno colectivo, indiviso y sin posibilidad de venderse o heredarse.
Tequio (véase “tequio”) o trabajo colaborativo por objetivo específico.
Es la disciplina de la horticultura orientada al cultivo de flores y plantas ornamentales en forma industrializada para uso decorativo.
Son un conjunto de plantas cultivadas generalmente en huertas o regadíos que se consumen como alimento, ya sea crudas o preparadas culinariamente.
Administración responsable de bienes valiosos que pertenecen a otros. En el caso de la mayordomía del niñopa (véase “niñopa”), se trata de cuidar y velar por este santo. Esta responsabilidad implica necesariamente hacerse responsable del niñopa durante un año.
Vocablo que, según la etimología popular, se entiende como “niño del lugar” o “niño del pueblo”. Es una imagen que representa al niño Jesús que se venera en Xochimilco. Se trata de una escultura de madera realizada en el siglo XVI y que puede considerarse como una de las imágenes de culto católico más antiguas de América. El niñopa no tiene un templo sino que se encuentra bajo la custodia rotativa de las familias de los barrios de Xochimilco que fungen como sus mayordomos.
Tarea o trabajo colectivo no remunerado que todo vecino de un pueblo debe a su comunidad.
Volcán extinto de tipo hawaiano que hoy en día es uno de los atractivos turísticos de Xochimilco.
Topónimo de origen náhuatl. Deriva de las palabras xochi(tl), “flor”, mil(li), “campo cultivado” y co (locativo). Por lo tanto, se puede traducir como “lugar en la sementera de las flores” o “campo de flores”.
El abandono del campo se ve en todo el país. Se han modificado los usos y costumbres respecto a la tierra y a cómo heredarla. El conocimiento chinampero como oficio también se está perdiendo. Muchos de los que trabajaban la chinampa abandonaron la tierra y no permitieron que sus hijos la trabajáramos porque el campo tiende a ser un trabajo mal pagado que requiere una fuerte inversión de energía física, económica y de tiempo. Las pequeñas familias productoras han cambiado el trabajo de la tierra por la venta de servicios, el turismo u otro tipo de actividad económica profesional.
La mayoría de los que fundamos Faena somos de Xochimilco, tenemos familiares o tenemos tierra pero no la sabemos trabajar porque no se nos enseñó. Ahora (ya grandes, tardando un poco en el conocimiento), estamos descubriendo esta riqueza cultural, identitaria, histórica y agroecológica que tiene la chinampa. Hacemos tequios, ayudamos a los chinamperos a barbechar, a limpiar las cosechas y a trabajar las chinampas y en ese proceso vamos aprendiendo.
Estos hombres y mujeres chinamperos guardan un conocimiento acumulado durante generaciones sobre cómo trabajar la tierra, cómo sacar el chapín, y cómo cosechar y barbechar los diferentes tipos de cultivo. ¿Cómo se hace el almácigo? ¿Cómo se corta el lodo? ¿Qué pasa si siembro mucho o poco? ¿Cuándo tengo que echar el maíz para que se dé? Todos estos son secretos que con la práctica se pueden entender. Hay manuales y escuelas pero el mejor aprendizaje llega al trabajar la tierra con los chinamperos.