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35 cocinas y 50 hornos tradicionales
Centro de formación y capacitación para la reconstrucción integral del Istmo
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Esta organización surge en 2006 por la necesidad de información que tenían las comunidades, ante la primera fase de la instalación del proyecto eólico en el Istmo de Tehuantepec. Bettina Cruz, integrante de la Asamblea, comenta en una entrevista de 2018:

“La región donde yo vivo es una zona con mucho viento, una zona donde corren los vientos […] tienen tanta fuerza que voltean los tráileres, entonces es un lugar muy propicio para producir energía eólica. Eso es lo que recientemente nos enteramos. Nosotros no sabíamos que el viento se podía vender.”

Cuando las empresas multinacionales llegaron al Istmo para imponer estos complejos generadores de “energía limpia”, la gente no tenía gran conocimiento sobre las tecnologías de las que les hablaban, ni de lo que este megaproyecto implicaba en términos sociales, culturales o ambientales. Fue ahí que se vio la necesidad de “enfrentar la voracidad de las empresas multinacionales” tal como lo cuenta Bettina:

“Llegaron a la región, hicieron firmar contratos leoninos a la gente, campesinos, campesinas. Llegó un momento en que la gente se empezaba a preguntar cosas y no sabían sobre el contrato que habían firmado.”

Rehabilitación de cocinas tradicionales
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Atender la contingencia

Desde el 7 de septiembre de 2017 a la fecha, las y los habitantes del Istmo de Tehuantepec han tenido que lidiar con la devastación que este fenómeno natural dejó en sus comunidades.

En los primeros momentos se atendió lo urgente: personas heridas y atrapadas, familias sin casa, réplicas continuas del terremoto (unas de baja y otras de alta intensidad), miedo, desabasto. Pasaron semanas para que la emergencia pudiera ser un poco controlable. Y no fue por la voluntad de las autoridades que durante esos primeros días, después de la catástrofe, el pueblo se mantuviera en pie; fue gracias a la organización de la gente que habita esos territorios la que logró sustentar la vida en un momento donde sólo había destrucción. Mario, integrante de la APIITDTT, comenta:

“La barrera más grande que derrumbó el terremoto fue demostrar que el estado es inútil y es incapaz de darle solución a las necesidades primarias de las comunidades y de la sociedad en general.”

Y no es casualidad que haya sido la misma gente de las comunidades, la que levantara los escombros (y lo siga haciendo) de aquella gran catástrofe. Fue (y es) gracias a las formas de organización propias que han mantenido desde tiempos inmemoriales, cimentadas en el bienestar común y en la vida colectiva, que lograron resistir a uno de los sismos de mayor magnitud registrado en la historia de México. También es por esto que han resistido a una guerra silenciada de más de 500 años, dirigida hacia el exterminio de los pueblos originarios, que son en gran parte del mundo, quienes resguardan los pocos territorios conservados que quedan en el planeta de la amenaza extractivista neoliberal.

Con la sacudida de la tierra se cayeron muchas de las cocinas tradicionales, y con ellas los hornos donde se elaboran los totopos –elemento sustancial en la comida istmeña, hecho de maíz–, llamados comixcal. Estos hornos hechos a mano y de barro, tienen forma cilíndrica, son como una especie de olla con el fondo hueco. Se coloca sobre brazas al ras del suelo, o en una base enterrada. Una buena parte de la economía local se sostiene por la elaboración de estos totopos, ya sea para consumo propio o para su venta. Las mujeres son quienes los elaboran. Este hecho en específico, representó un duro golpe al modo de vida de las mujeres.

Mario comenta: “Nos dimos cuenta que las cocinas son el corazón de las familias istmeñas”. Y esto hace mucho sentido si pensamos que en gran parte de las culturas mesoamericanas, el fogón, la cocina, la estufa, el horno, son considerados como el corazón de la casa; uno de los principales espacios donde se articula la fuerza comunitaria y colectiva, donde históricamente se transmiten los saberes y se organiza la vida alrededor del fuego y los alimentos. Este también es uno de los principales espacios reconocidos por y para las mujeres, donde se resiste y se lucha desde lo cotidiano, desde la calidez de un plato de comida y la lengua de las abuelas.

35 cocinas y 50 hornos tradicionales

Para enfrentar esta problemática, la organización optó por destinar parte del fondo Levantemos México para la reconstrucción de 35 cocinas y 50 hornos en cinco de las nueve comunidades donde trabajan. Realizaron censos con dos ejes principales: que hubieran perdido su cocina por el terremoto y que la economía familiar dependiera de la cocina. Esto implicó apoyar a muchas familias en la recuperación de sus bienes materiales. También permitió conservar el empleo de muchas mujeres, así como la utilización del maíz, que es la base de la alimentación de los pueblos en esta región y en todo el territorio mexicano.

Pero la idea de la APIITDTT es que la gente se organice más allá de los apoyos, y de quien los provee. Apelan a las formas de organización colectivas que han heredado de sus ancestros, es por esto que se configuran como una asamblea.

Una vez terminadas las cocinas, se dieron cuenta que había surgido otro proceso organizativo, las mujeres que en un inicio se reunieron para reconstruir, siguieron juntándose para recibir talleres, capacitaciones, pláticas. A partir de esto, se les ha invitado a participar en actividades políticas de la organización, como encuentros, movilizaciones y foros. Y así es como poco a poco, más se van sumando a la defensa de estos territorios, que históricamente han sido amenazados por megaproyectos impuestos por los gobiernos que sólo han demostrado servir al gran capital a costa de los pueblos.

Centro de formación y capacitación para la reconstrucción integral del Istmo

“En este espacio se plantea tener talleres de carpintería, balconería, plomería, electricidad y un espacio para mujeres donde haya talleres de medicina tradicional, partería, cooperativas y una biblioteca.”

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