El Centro Operacional de Vivienda y Poblamiento A. C. (Copevi) nace en 1962 como una iniciativa de jóvenes arquitectos y trabajadoras sociales, en vinculación con la iglesia católica, frente a la demanda de vivienda que se comenzó a generar en la Ciudad de México a mediados del siglo pasado. Se trata de la primera asociación civil en México en abordar temas de vivienda y hábitat popular.
Actualmente, el trabajo de Copevi se centra en el acompañamiento a organizaciones o grupos que buscan transformar su forma de vida a través de la vivienda y la comunidad.
“Tenemos dos ejes muy claros, por un lado, mejorar las condiciones de vida en lo habitable, y por otro lado, formar ciudadanía. Esas son las dos vías con las que apoyamos a mejorar las capacidades de la gente en los temas de autogestión, incidencia y lo que llamamos producción social del hábitat”, explica Ana González, arquitecta, quien lleva trabajando en la organización por más de 15 años.
“Nos tocó [estar] en un proceso no nada más de reconstrucción de lo físico, sino también del tejido social. […] Hay algo que yo he buscado hacerles saber, y es que no hay jefes, aquí todos somos un grupo y si uno falla todos fallamos. Y viceversa. Si uno gana, todos vamos para allá”, puntualiza Gloria Rodríguez Abarca, arquitecta, quien colabora con Copevi desde hace más de 2 años.
Hace ya más de tres décadas, Copevi tuvo una importante presencia en la reconstrucción posterior al sismo del 19 de septiembre de 1985. 32 años después, luego del sismo del 7 de septiembre, que afectó principalmente a Oaxaca, la organización comenzó a entablar diálogo con los movimientos urbanos de la zona del Istmo de Tehuantepec.
Luego de entender las necesidades que surgieron tras el primer sismo, y en plena organización de las brigadas para ir a Oaxaca, ocurrió el sismo del 19 de septiembre en la Ciudad de México. Ana recuerda que lo primero fue lidiar con el desconcierto y pasar al apoyo inmediato de los grupos organizados de la Ciudad de México en el proceso de dictaminación.
Luego de la primera reacción, se comenzó a trabajar en dos ejes. Primero, se decidió continuar con la brigada de Oaxaca, que consistió en 15 días trabajo en los municipios del Istmo para entablar una agenda de trabajo con las organizaciones locales.
A la par, la organización comenzó a trabajar en el Estado de México, entablando el diálogo con distintas organizaciones a través del Instituto Tecnológico del Valle de Chalco y con la Iglesia de las zonas de Ozumba y Atlautla.
El proyecto de Copevi se resume en el acompañamiento a familias que viven en Ozumba y Santiago Mamalhuazuca, municipios del Estado de México que no formaron parte de la declaratoria oficial del desastre. “Siempre lo vimos como excluido, no solamente por sus circunstancias del daño sino porque las autoridades municipales no lograron ser parte de la dictaminación”, explica Ana.
El fondo otorgado a Copevi plantea la construcción de casas para los afectados, además de la definición de una agenda comunitaria para hacer frente a los riesgos que implica un sismo, así como el fortalecimiento de las estructuras de organización en comunidades indígenas y de campesinos.
El modelo participativo de Copevi va más allá de llegar con el diseño de una casa tipo. Lo que han logrado con el acercamiento a la comunidad es ir adaptando los diseños de vivienda de acuerdo con las necesidades específicas de quien habitará cada casa.
En febrero del 2019 se comenzó con el proceso de producción de vivienda. El trabajo de construcción y las faenas se realizan en comunidad. El apoyo va directamente para adquirir los materiales, pero es la gente quien pone la mano de obra.
“El trabajo [de construcción] es en comunidad y todos trabajan juntos en acciones específicas para una sola casa, sabiendo que también se va a trabajar en la suya. Esto es un trabajo no remunerado, pero ha ayudado mucho a que la comunidad se conozca, que trabajen en conjunto y que se logre un avance que difícilmente se vería con una sola cuadrilla o dos de trabajadores”, finaliza Gloria.
